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María Victoria Peralta: “Educar es un acto de esperanza, no de resignación”

La Premio Nacional de Ciencias de la Educación presentó su libro “Avanzando hacia una educación transformadora en tiempos complejos” en…

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La Premio Nacional de Ciencias de la Educación presentó su libro “Avanzando hacia una educación transformadora en tiempos complejos” en la Feria del Libro de Santiago, FILSA 2025, la publicación aborda los desafíos de la educación parvularia luego de la pandemia.

La educadora de párvulos y actual presidenta de Fundación Integra, María Victoria Peralta Espinosa, acaba de publicar el libro “Avanzando hacia una educación transformadora en tiempos complejos”, un texto escrito, como ella misma detalla, desde la tranquilidad de su casa a los pies del cerro San Cristóbal, “después de haber cumplido 75 años, y de una vida entera dedicada a observar, pensar y amar la educación”.

La obra, publicada por Editorial Juegos y Letras en la colección Ofelia Reveco, es una invitación a repensar la educación inicial y la educación en general desde lo esencial: el amor, la esperanza y la humanización de los procesos de enseñanza – aprendizaje, en un momento que, de acuerdo a la autora, “ha olvidado el alma de la escuela”.

¿Qué la motivó a escribir este libro en este momento de su vida?

Después de tantos años de trabajo, sentí la necesidad de compartir lo que he aprendido y también lo que he desaprendido. Es un libro nacido desde la reflexión, pero también desde la ternura. Lo escribí a fines de 2024, en un tiempo donde la humanidad atravesaba y atraviesa crisis muy profundas, guerras, desigualdades, desconfianza, desesperanza, sin embargo, sigo creyendo que la educación es el camino. No uno más entre tantos, sino “el camino”.

Siento que estamos en tiempos difíciles, sí, pero también esperanzadores. Hay muchas personas, muchas comunidades, que están buscando hacer las cosas de otro modo.

“La transformación empieza por uno mismo”

En su libro afirma que el concepto de “educación transformadora” se usa con mucha liviandad. ¿Qué significa realmente transformar en educación?

Transformar no es cambiar metodologías o incorporar nuevas tecnologías en el día a día. Es mucho más profundo: me refiero a una transformación ética, espiritual y afectiva, que empieza por el educador, por quien forma. Por eso digo, no podemos formar a otros si no hemos iniciado antes nuestro propio camino, nuestro propio viaje de autotransformación.

Una educación transformadora implica conocerse, reconocer las propias fragilidades, darse cuenta de los dolores propios y del otro, revisar los valores y volver a poner el amor en el centro. Y cuando hablo de amor, no hablo de romanticismo, sino de una actitud vital que nos hace mirar al otro como un legítimo otro, como decía Humberto Maturana, como nos enseñó también Gabriela.

¿Por eso dice que la educación debe partir de la transformación del que enseña?

Eso creo. Si no hay bienestar interior, difícilmente se puede generar bienestar en los demás. Yo creo que educar es, ante todo, una práctica de autoconocimiento y coherencia. Por eso en el libro propongo pequeñas preguntas, ejercicios, momentos de pausa. No se trata de recetas, sino de aprender a mirarse, a agradecer, a volver a sentir asombro.

“La pandemia nos mostró el valor del vínculo y de la ternura”

El libro recorre los aprendizajes de la pandemia. ¿Cree que hemos cambiado algo como sociedad o estamos dónde mismo?

Al comienzo parecía que sí, creo que ese momento nos ayudó a redescubrir el valor de la familia, de los vecinos, de la naturaleza. Pero lamentablemente, como humanidad, tendemos a olvidar rápido. La pandemia fue un espejo que nos mostró nuestras vulnerabilidades y también nuestra necesidad de conectar, volvemos al comienzo a que somos en esencia seres sociales.

Las niñas y niños de esa época —los que yo llamo los niños de la pandemia— aprendieron a mirar el mundo detrás de una mascarilla, con adultos que les tenían miedo a tocarlos. Eso nos debe interpelar y desafiar: ¿qué tipo de humanidad estamos construyendo, a dónde queremos ir?

Usted cita con frecuencia a Paulo Freire y a Gabriela Mistral. ¿Qué rescata de ellos para estos tiempos?

Ambos entendieron que la educación no es solo transmisión de conocimientos, sino una forma de amar la vida, de amar al otro. Freire decía que “no hay docencia sin esperanza”, y Mistral nos recordaba que el maestro podía hacer de un pueblo una turba de esclavos o una comunidad de hombres libres, así de importante es el rol que cumple un educador en una comunidad.

Yo creo que esa es la esencia: educar no es domesticar, sino liberar. Y para liberar hay que creer en el otro, confiar, tener esperanza. La desesperanza es cómoda, nos deja donde estamos; en cambio, la esperanza es activa, nos llama y nos movilizar a cambiar.

 “Fundación Integra hace realidad la educación transformadora”

Usted menciona que Fundación Integra ha comenzado a implementar esta visión transformadora. ¿Cómo se expresa eso en la práctica?

Hemos iniciado un proceso muy bello y desafiante, que parte por acompañar a las educadoras en su desarrollo humano. Partimos en 2024 con un curso piloto con 50 educadoras de párvulos de la Región Metropolitana, y lo que vimos fue emocionante: mujeres que volvieron a disfrutar del juego, del silencio, del trabajo con sentido, de los simple y trascendente.

Por eso digo que la educación transformadora no se impone, sino que se cultiva en comunidad, con los niños, las educadoras y con las familias. En Integra buscamos que esta mirada atraviese la formación continua, la planificación pedagógica y las relaciones entre adultos. No se trata solo de lo que enseñamos, sino de cómo nos vinculamos con el otro, respetando y valorando las diferencias.

¿Qué papel cumplen las familias en este cambio?

Son esenciales. La familia es la primera escuela, el primer educador y debe ser parte de este proceso, sin ellos todo el proceso de transformación se vuelve más difícil. No hay transformación posible si los niños viven mensajes contradictorios entre el jardín y su hogar. Por eso trabajamos en abrir espacios de diálogo, de escucha, de participación real con las familias, para saber qué ven, qué sienten y entregando herramientas para que puedan apoyar a sus hijos en este camino. Debemos darles esperanza.

En un tiempo marcado por la prisa, la competencia y la desconfianza, ¿cómo se educa en esperanza?

Yo creo que las pequeñas acciones hacen la diferencia: una conversación sincera, un gesto amable, una mañana sin apuro, un espacio para jugar. A veces creemos que transformar el mundo exige grandes reformas, pero la verdadera transformación comienza cuando cambiamos la manera en que miramos al otro.

Educar en esperanza es recordar que cada niño merece una vida buena y que cada educador merece también alegría en su trabajo. Merecemos una educación que nos devuelva la alegría, que nos haga sentir vivos, no cansados.

¿Con qué mensaje le gustaría que se quedaran al cerrar el libro?

Que la educación transformadora no es una utopía, es una decisión diaria, depende de nosotros. Es elegir mirar con ternura, actuar con ética y sembrar la esperanza, incluso cuando el contexto es adverso. Educar no es resignarse a lo que hay, sino creer que todavía podemos construir algo mejor, creer que merecemos más.Educar es un acto de esperanza.

El libro “Avanzando hacia una educación transformadora en tiempos complejos” (Editorial Juegos y Letras, 2025) está disponible en la colección Ofelia Reveco, con ilustraciones de comunidades educativas de Fundación Integra. El lanzamiento del texto se realizó en el pasado viernes 28 de noviembre, en la 44ª edición de la Feria del Libro de Santiago, FILSA 2025, en el Centro Cultural Estación Mapocho.

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