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Familias comprometidas con la educación inicial

María Dora Paco sabe de la importancia de la educación y es por eso que camina más de dos kilómetros…

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María Dora Paco sabe de la importancia de la educación y es por eso que camina más de dos kilómetros con sus hijas hacia el jardín infantil San Miguel de Azapa en Arica.

Historias de esfuerzo, trabajo y sacrificio hay muchas entre las familias que habitan el valle agrícola de Azapa, ubicado a 12 kilómetros de la ciudad de Arica. En ese lugar funciona el jardín infantil y sala cuna San Miguel de Azapa, establecimiento educativo de Integra cuya matrícula está cubierta en gran parte por familias inmigrantes de Perú y Bolivia.

“A mis hijas no puedo hacerlas faltar al jardín”, María Dora Paco, es una mamá que sabela importancia que la educación tienen en la vida de sus hijas.

María Dora Paco (41) es una de esas apoderadas. En busca de mejores oportunidades laborales, hace diez años emigró desde su natal Oruro, en Bolivia, hacia el valle de Azapa, donde ya trabajaba su marido desde mucho antes. Aquí terminaron de formar su familia de cuatro hijos, dos de los cuales, Hellen y Marian, son actualmente alumnas del nivel medio mayor y medio menor del jardín infantil, respectivamente.

María se levanta de lunes a viernes a las seis de la mañana para comenzar a alistar a sus niñas que debe llevar al jardín infantil. No es sencillo, pues para iniciar el trayecto, debe primero caminar más de dos kilómetros con ellas, por un camino de tierra que baja del cerro donde vive en condición de allegada.

“Para venir al jardín me levanto a las 6 de la mañana y mis niñas a las 7. A las 8 ya estoy casi lista, entonces tengo que caminar 15 20 minutos para llegar a la carretera bajando el cerro, pasando por dos parcelas. Cuando tengo que caminar, a la chiquitita me la tengo que echar en el aguayo y a la más grande la llevo de la mano”, cuenta.

El aguayo es la manta tradicional aymara que utilizan las mujeres de esta etnia, ya sea para abrigarse, cubrirse o cargar lo necesario en la espalda. Esa es la manera que María y muchas madres como ella en el valle, cargan a sus hijos cuando estos son más pequeños.

Una vez que deja a las niñas en el jardín infantil, María tiene la seguridad de continuar sus labores diarias en una envasadora de tomates azapeños de exportación, donde ella se encarga de armar las cajas.

“Mis hijas siempre han estado en el jardín y para mí eso ha sido una ayuda tremenda. Estoy muy agradecida de este lugar y de las tías, porque uno tiene que trabajar y muchas veces en el trabajo no te permiten con niños chicos”.

Además de significar una gran ayuda para desarrollar las obligaciones de su trabajo, María está consciente de lo importante que es que sus hijas siempre asistan al jardín.

“No puedo hacerlas faltar, porque aparte de ser un apoyo para que yo trabaje, ellas aprenden aquí. Mi hija de nueve años, que también estuvo aquí, salió contando todos los números, las vocales, aprendió las formas geométricas y eso se lo enseñaron acá. En ese sentido para mí también es muy bueno, porque aparte de estar bien cuidadas,

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